Rubén G. López, Jueves 20 Agosto 2015En la vida real estamos acostumbrados a escuchar la típica advertencia de que “esto no es un juego”, ya sea cuando de pequeños nos ponemos rebeldes con nuestros padres a la hora de dormir, hasta el momento en que nos tomamos a broma algo que nuestro jefe, o nuestra pareja, considera de vital importancia. En el mundo de las aplicaciones ocurre exactamente lo contrario: intentamos transformar en un juego todo lo que subimos a una tienda de apps, ya sea una herramienta educativa u otra para reducir el consumo de combustible de los automóviles. La razón es sencilla: está demostrado que las aplicaciones “divertidas” generan más vínculos (es decir, aumentan el engagement) con los usuarios, entre otros motivos porque pasan más tiempo utilizándolas y están dispuestos a ofrecernos más información sobre sus gustos e intereses. Algunas compañías tienen tan claro el concepto que no se dedican a desarrollar apps, sino a incorporar una capa de gamificación a las que ya tienen sus clientes. Un ejemplo es la española Artmobile (antigua Gamygame), especializada en introducir retos, niveles, ránkings o premios. El objetivo, al final, es que los usuarios compartan su actividad en las apps con sus amigos a través de las redes sociales.